Declarada Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad en 2010, la dieta mediterránea, ha visto aumentar sus virtudes cardiosaludables, desde que hace unos meses, el estudio Predimed publicado por ”Journal of Neurology”, añade su efecto protector sobre las funciones cognitivas del cerebro en las personas mayores, es decir que lo mantiene en forma y, de alguna manera, previene su deterioro, poniendo límites a los avances del temido Alzheimer.
Pero ¿En que consiste la dieta mediterránea? Es tanto una forma de vivir como de alimentarse. Ante una evidente relación entre la salud que gozaban algunos pueblos mediterráneos y sus hábitos vitales, se hizo un primer estudio en 1948 en la isla de Creta, en una población, eminentemente rural en la que las tareas del campo se realizaban a mano y que por tanto requerían un importante ejercicio físico y que, a falta de recursos económicos, consumía su propia producción.
Hagamos un pormenorizado estudio de los productos mas comunes de las regiones bañadas por el Mare Nostrum, que son la base de su dieta alimenticia. En primer lugar destaca el empleo del aceite de oliva, como grasa principal (en casos única) añadida en aliños, guisos y frituras. Sigue en importancia el abundante consumo de verduras y frutas (estas ultimas mejor tomadas crudas y en ayunas o con el estómago poco lleno). A destacar que la cocina mediterránea se basa en salsas en que se emplean pimiento, tomate, ajo, cebolla y frutos secos (picadas, romescus…). El aporte energético, proviene del consume de cereales y gramíneas, pan de harina de trigo y abundantes platos de pasta (una de las bases de la cocina italiana) y arroz (característico del levante español). Consumo preferente de pescados, y entre estos los llamados azules o grasos (atún, sardina, anchoa, txitxarro, verdel etc..). Restringir la ingesta de carnes rojas. Tomar a diario productos lácteos, a este respecto la llamada “dieta griega”, muy similar a la que nos ocupa, hace especial hincapié en el yogur, que allí se emplea como ingrediente básico de multitud de salsas y ensaladas.
Por último señalemos, que por imperativo religioso, en los países islámicos se bebe agua, pero en los que predomina el cristianismo, el vino es la bebida natural y la que según la “paradoja francesa”, proporciona beneficiosos efectos. Se debe tomar con regularidad, preferentemente durante las comidas y en cantidad moderada.
Autor: Juan José Lapitz/Académico de Número.
Publicado en: Saber y Sabor de “El Diario Vasco”