Reflexiones junto a una viña helada

12 mayo, 2017

Fuente: blogriojaalavesa.eus

Autor: Miguel Larreina González. Doctor en Ciencias Químicas.

“Hay que buscar soluciones, no podemos seguir esperando de brazos cruzados el próximo desastre”.

 

En un altillo junto a una viña helada, en el corazón de Rioja Alavesa,  veo o intuyo un espacio de unos 50 kilómetros cuadrados (extensión muy parecida al espacio urbano de Gasteiz o Donosti), un espacio que incluye la superficie agraria entre las faldas de la Sierra y el río Ebro, desde los límites de Ábalos por la derecha hasta Páganos por la izquierda.

Medito sobre las consecuencias del desastre ocurrido la madrugada del 28 de abril e invito a los lectores a que pensemos en la media docena de pequeños pueblos incluidos en ese espacio, en las 800 familias anónimas que allí viven, en su mayoría viticultores-cosecheros, además de una docena de grandes y medianas bodegas de crianza. En conjunto cultivan en este concreto espacio unas 3.500 hectáreas de viña valoradas en unos 250 millones de euros, con una producción anual de uva valorada en 25 millones de euros/año y mucho más si hablamos de vino o si hablamos de ilusiones y proyectos de futuro.

EL VIÑEDO tenía que estar todo él verde… sino fuera por la helada del viernes 28 de abril.

Consideremos ahora un hecho natural, inusual pero probable: en uno cualquiera de los ventosos días de mediados de primavera, un viento gélido del norte llega hasta la Europa del sur y nos arrasa el viñedo recién brotado. En unas horas, tal y como venía pronosticando Euskalmet o Aemet con muchos días de antelación, una helada corta y suave (nada de -10ºC, tan solo -2ºC) llega a esta zona que estamos analizando (también  a otras) y se lleva buena parte de los ingresos e ilusiones de casi todas esas 800 familias, y digo “casi todas” porque siempre hay algunos que ganarán mucho  con la revalorización del vino almacenado.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

BASTA esta cepa de Rioja Alavesa (fotografiada ayer) para ver, para sentir, el daño causado.

Pensemos que esta helada ya se ha visto anteriormente, por ejemplo en el año 1999 a gran escala y en otros años de este siglo a escala más local; si añadimos al “hielo” otras catástrofes meteorológicas como el “pedrisco” vemos que en la zona analizada tenemos recuerdos calamitosos recientes.

Así que, a tenor de lo ocurrido en los últimos tiempos, nos podemos preguntar: ¿Cuál es la probabilidad de que muchos viticultores de esta zona vuelvan a tener próximamente otro año sin ingresos? ¿5-10-15%? Imagino qué diríamos los 800 funcionarios forales de Álava si nos dijeran que tenemos esa probabilidad de no cobrar nada en un año.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

CEPA con las primeras hojas mustias por la helada del último viernes de abril de 2017.

Pensemos también que el hecho de un desastre pasado no reduce las posibilidades de un próximo desastre. Es decir, que lo mismo que el pedrisco del 2012 no impidió el del 2013 o el del 2015 ni la helada de 2017, esta helada no impide otro futuro acontecimiento similar. ¿Cuántos “annus horribilis” puede aguantar el viticultor más estoico?

Es obvio que hay que buscar soluciones, no podemos seguir esperando de brazos cruzados el próximo desastre con un fatalismo de “no se puede hacer nada” o a lo más plantear una y otra vez soluciones que se han demostrado ineficaces (exenciones fiscales o créditos avalados).

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

CAMPO DE VIÑAS fotografiado el día de la helada, la semana pasada.

Y para encontrar esas soluciones hemos de empezar reconociendo que el viñedo de Rioja Alavesa está en un entorno climáticamente “privilegiado” si lo comparamos con famosos viñedos en los que las heladas primaverales son una amenaza constante: Borgoña, Alsacia, Valle del Loira, Burdeos, Ribera de Duero, Mancha… y parte de Rioja Alta. Miremos qué soluciones manejan ellos y apliquémonos el cuento:

A.- Buenos sistemas de detección y red de avisos. No puede ser que algunos aquí se enteren de lo ocurrido por la prensa cuando las previsiones “meteo” nos venían avisando de las heladas del 28 y 29 abril con diez días de antelación y una simple mirada que se fijara en algo más que el bello paisaje ya nos ponía en alerta máxima.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

HELICÓPTEROS anti heladas.

B.- Métodos efectivos anti-helada: hemos visto en estos días en viñas de Ribera del Duero o Saint Emilion cómo empleaban helicópteros para mover las bolsas de aire frío, hemos visto cómo media Borgoña se alumbraba con miles de hogueras, hemos visto grandes ventiladores en Valladolid, hemos visto regar con aspersores grandes superficies de Rioja Alta. Son métodos “anti-helada” caros pero no olvidemos que la concentración de nuestro viñedo en tan pequeña zona, así como la disponibilidad de agua para riego, nos facilitaría mucho ciertas estrategias.

C.- Métodos agronómicos para retrasar la brotación, como la poda tardía o el cambio varietal en los “heladíos” tradicionales. Debemos poner todas las posibilidades encima de la mesa e igual debemos volver a recuperar parcialmente el Graciano y Mazuelo de nuestros abuelos.

 

 

 

 

 

 

 

 

EN BORGOÑA encienden miles de Quemadores en la viña para proteger la vid (Aurélien Ibanez).

D.- Métodos compensatorios. Las grandes y medianas bodegas han ideado un sistema que les hace parcialmente inmunes a esporádicas catástrofes naturales: tienen almacenado bajo tierra el equivalente a 3-4 cosechas y allí las heladas no traen la miseria, sino incluso lo contrario. Sin embargo, nuestros viticultores y cosecheros viven al día, de cada cosecha, por lo que igual nos debemos replantear estrategias que les permitan disponer de un stock de regulación con los excedentes de gran calidad, como los millones de kilos desperdiciados el año pasado. Ante las consecuencias de esta helada insisto en que la autogestión de nuestro potencial productivo es una necesidad más imperiosa si cabe y hay modelos exitosos a copiar.

 

 

 

 

 

 

 

 

RIEGO de viña contra las heladas.

E.- Métodos económicos paliativos que supongan una aportación pecuniaria a los afectados por el desastre, como el Seguro del viñedo, la creación de un Fondo de Compensación como se hizo en su día con la patata de Álava o la constitución de Cajas de Solidaridad como están haciendo en Francia ciertas localidades cuyo viñedo está muriendo por la flavescencia dorada.

Hablaremos otro día de estas propuestas, pero es obvio que no se puede seguir en la zona más afectada de Rioja Alavesa por la helada o los pedriscos con un nivel de aseguramiento entre los agricultores tan bajo, cuando el conjunto de los viñedos de Bodegas SA o SL de esa misma zona es muy superior. No nos hagamos trampas en el solitario. No vale decir que el seguro de viñedo es una solución muy cara para los viticultores alaveses, tal y como está diseñado (nivel de subvenciones, tratamiento fiscal…).

Ciertamente el coste del seguro se llevaría cada año del orden del 7-10% de los beneficios de un agricultor mientras que la incidencia en una bodega SA es del orden del 0,1-0,5% de sus beneficios. Hay que proponerse de forma inmediata cuadruplicar  el nivel de aseguramiento de los agricultores y un buen impulso supondría elevar la partida de las subvenciones al seguro en Álava desde los actuales 0,1 hasta  los 0,4 millones de euros/años.

 

 

 

 

 

 

 

 

CALENTADORES anti heladas utilizados en Francia.

Pero quisiera dejar claro que lo que hizo esta “minihelada” de la madrugada de San Prudencio fue algo más que destrozar las economías de unos cientos de familias alavesas y que no se puede despachar la cuestión discutiendo sobre seguro si o seguro no, o sobre si la subvención es baja o alta, no.

Debemos pensar todos que esa mañana cientos de proyectos personales y colectivos se tambalearon, los sueños de futuro de muchos jóvenes se congelaron, la trayectoria exitosa de alguno se paró en seco, la depresión parecía llenar las plazas y las cuevas. La mayoría saldrá pronto de su estado de shock porque son gente fuerte y valiente pero debemos ponernos en su piel para solidarizarnos en su dolor y para ayudarles de algún modo a crear en Rioja Alavesa estructuras y estrategias que la hagan parcialmente inmune a catástrofes naturales.