Animado por la aureola de éxito que le precede en otras naciones, y sobre todo por tratarse de un programa gastronómico, me senté, hace un mes, delante del televisor para ver la primera entrega de la serie “Master chef”. Una semana más tarde lo hice (y he seguido haciéndolo) provisto de papel y boli, para que la memoria no me pase una mala jugada y olvide o tergiverse, actitudes o palabras disonantes que a lo largo de la hora y media de duración, pudieran producirse o decirse, tal fue el desagradable impacto que me causó la sesión inicial. La actitud del trío componente del jurado, me pareció despótica con respecto a los aspirantes, rayana, en algunos casos, con la humillación (“Vuestra actitud ha sido nefasta, esto es una mierda”), y trufada con expresiones de dudoso gusto, como “si lo hacemos así la cagamos” o atosigándolos, con el cronómetro en la mano, a sabiendas que las prisas son siempre malas consejeras.
Entiendo que el guión debe seguir unos parámetros preestablecidos y que todo no es tan espontáneo como pudiera parecer, que se debe claudicar, en algunos aspectos, en aras del interés y de mantener la tensión del espectador, pero sin que jamás se llegue a desvirtuar lo que debe ser primera meta, educar para crear un “chef” perfecto, no solo en el desarrollo del arte culinario, la inspiración, la creatividad, la presentación y el sabor de sus preparados, sino también, como se ha proclamado, es preciso que sepa empatizar y sentir cariño con el equipo, y expresarse correctamente, ante sus compañeros y clientes. Da, en cambio, la sensación, sobre todo Jordi, de querer enfrentarlos, insistiendo, a uno de los aspirantes, que confesara quien la había parecido el peor de su equipo.
Si las tres personas que deben dar ejemplo, en todo, incluso en la forma de probar los platos, con delicadeza, ( no tragarse las cucharadas como hace frecuentemente Pepe), descuidan su cometido, no es extraño que escuchemos a la más joven de las participantes: «Estas lentejas están cojonudas” o ante la imposibilidad de solucionar un problema oigamos “Se puede ir todo a tomar por culo «, “No me hace ni puto caso” o reconocer con rabia “Esta tarta esta fea de cojones”.
Precisamente un suelto aparecido hace dos semanas en “DV”, nos informo que a un periodista estadounidense lo despidieron, por soltar en directo en la cadena NBC, “puta mierda”. Si aquí midiéramos por el mismo rasero, tanto jurado como aspirantes, deberían haber hecho ya las maletas.
Autor: Juan José Lapitz/Académico de Número.
Publicado en: Saber y Sabor de “El Diario Vasco” (11/05/2013).