Durante su cuarto viaje a las Indias, y muy probablemente a bordo de una nao armada en Zumaia, la Vizcaina, Cristóbal Colón fue el primer europea en catar cierta bebida amarga y oscura, que le pareció propia de salvajes. Un siglo adelante, el cacao ya se valoraba en medio mundo tanto mas que el oro. Desde Juan de Zumárraga a la Guipuzcoana de Caracas, vascos fueron muchos de cuantos contribuyeron a su expansión, que va en paralelo a nuestra evolución económica, social y cultural.
El viaje en el tiempo alcanza hoy un nuevo puerto con la inauguración del Museo Rafa Gorrotxategi, en Tolosa. Si Euskal Herria acredita una larga tradición chocolatera, su familia viene singularizándose desde tres generaciones atrás en la alquimia de este exquisito Elixir de Indias.
El cacao arraigó en nuestra tierra abrazado a un oficio milenario, el de la cerería, y no tardo en emparejarse con la confitería autóctona. Sabre una que data del siglo XVIII su padre, José María Gorrotxategi, fundó allá por los ’80 un primer museo que documentaba cinco siglos de historia cerera, confitera y chocolatera. Hoy Rafa toma el relevo dentro de un nuevo espacio que implementa asimismo un nuevo formato, presidido par una sala de catas y proyecciones abierta a la transparencia, la experiencia y la interactividad.
De espacio en espacio, ordenados temática y cronológicamente, en el de la cera y la miel encontraremos colmenas horadadas en troncos de roble donde tejía sus panales la abeja negra -erle beltza-, ruedas para la elaboración de velas y argizaiolas centenarias, entre decenas de utensilios no menos venerables.
Presiden la entrada en el reino del cacao metates precolombinos y otros que se labraron en el País Vasco. Entre morteros, molinos y molinillos que aún preservan su aroma, les acompañan tostadoras y chocolateras, tahonas y refinadoras, moldes, balanzas, y, en fin, todo el utillaje que abastecía aquellos obradores legendarios. Si el de los Saint-Gerons se labró un nombre propio en Mendaro, idéntico rango acredita el de Ignacio Garmendia en la villa foral. Data de 1919 y es una de las muchas piezas de respeto que se exhiben hoy en este Museo que respira sabor y saber a partes iguales.
Cinca siglos de historia, todo un proceso evolutivo, un regalo para los amantes del chocolate y toda una lección para el paladar que acredita la reciente concesión de tres nuevas
distinciones para su inspirador. En los últimos International Chocolate Awards, Rafa Gorrotxategi ha sido distinguido con una Medalla de Plata y dos de Bronce a cuenta de sus imaginativos turrones de trufa a la mandarina y de leche de oveja latxa, can miel y nueces.
Tradición más que acreditada e innovación constante definen la marca de esta casa que ya tiene continuidad en una cuarta generación. Hoy, del sespiriano To be or not to be, hemos pasado a la dimensión ecológica Bean to Bar -de la vaina a la barra-, donde Rafa acredita asimismo una Vicepresidencia europea.
Este museo en evolución permanente es la prueba de que el viejo alimentos de los dioses seguirá habilitando una sucursal del paraíso, en Tolosa y en la Euskal Herria del siglo XXI.
Fuente: Rafa Gorrotxategi