Autor: Gemma Molleví Bartoló
Publicado: Terruños Nº 22. Fundación para la Cultura del Vino (Marzo 2012)
El paisaje
El paisaje es diverso: Un paisaje es la suma compleja de diferentes elementos que se combinan en una alquimia difícil de interpretar en una sola frase.
La imagen percibida está enriquecida por las experiencias de cada persona: La personalidad, la cultura, la experiencia vivida, el interés profesional de cada observador (no es lo mismo la mirada de un arquitecto, que de un agricultor o un turista) le hacen retener ciertos aspectos del paisaje y no le permiten observar otros.
El paisaje es vivo y modificable: Aunque nuestras referencias están en nuestra cultura, podemos desarrollar unas sensaciones a través de nuestros 5 sentidos: por ejemplo, vemos a partir de los ojos, pero también sentimos el viento, oímos los cantos, tocamos la tierra y probamos la fruta.
La imagen percibida está enriquecida por las emociones experimentadas, revividas: Por tanto, esta imagen, este paisaje puede ser soñado, descrito en palabras (literatura, poesía) o plasmado (pintura).
Hay distintos tipos de paisajes vitícolas: de montaña, litorales, volcánicos, en terrazas, en valles, en colinas, etc. El vino también tiene sus paisajes: el paisaje de la vendimia, de las bodegas modernistas o modernas, etc.
El paisaje como fomentador del sector vitícola. En su aspecto funcional, el paisaje constituye una herramienta integradora que asocia tanto las prácticas vitícolas como el medio natural en el que se desarrolla generando una ordenación específica del territorio.
En su aspecto sensible, el paisaje es un componente central, básico en la definición y origen de algunas identidades locales y de los productos que se extraen de ese territorio y del saber hacer de sus habitantes.
Se habla de paisaje rural, urbano, pero también del paisaje del viñedo. Un paisaje recurrente en la literatura y en la pintura, en la historia, en el comercio y en la política.
El paisaje vitivinícola tiene un valor económico muy importante, ya que se puede hacer uva de mesa, vino, vinagre, alcohol, etc. Tiene también un valor comercial, con sus tasas e impuestos. El vino no sólo es y ha sido una bebida, sino también un estimulante, una medicina, un alimento.
El paisaje vitivinícola tiene un valor histórico, ya que es el fruto de las transformaciones y de las prácticas culturales realizadas durante siglos por una sociedad, una cultura, unas creencias, unos conocimientos en un territorio.
El paisaje vitivinícola tiene una connotación social, ya que es fruto del trabajo de los hombres, es un cultivo y una práctica agraria, origen de sindicatos de viticultores, de cooperativas y de asociaciones agrícolas.
El paisaje vitivinícola es cultura, puesto que tiene una larga historia, con un patrimonio muy importante (edificios, bodegas, instrumentos), de fiestas (especialmente las de la vendimia), y de fuerte simbolismo (el vino como bebida de los dioses, el vino como sangre de Cristo).
El paisaje vitivinícola tiene una fuerte presencia en la toponimia, hay regiones y ciudades conocidas a escala mundial por el nombre de un vino: Champagne, Burdeos, Oporto, Jerez.
El vino está muy vinculado al paisaje. Si tenemos un buen paisaje, el producto de ese paisaje tendrá un valor añadido que ese producto no tendría con otro tipo de paisaje menos hermoso (imaginemos un vino extraído de un viñedo rodeado de árboles y playas, de otro vino extraído de unas viñas rodeadas de casas o polígonos industriales: ¿cuál preferiríamos?).
Por lo tanto, el paisaje vitivinícola se ha de proteger, porque éste puede ser un recurso para desarrollar el municipio o la región vitivinícola. A partir de la producción de un vino de calidad, embotellado y que muestra el carácter de la región, del terruño y de la gente que ha cultivado las viñas y ha elaborado el vino. De ahí la importancia de las Denominaciones de Origen, que protegen el producto de una región haciéndolo único y singular. El vino que se hace en ese lugar no puede ser el mismo que el vino que se hace en otro lugar, porque hay diferentes condicionantes, de carácter físico (suelo, pendiente, insolación) y humano (decisión de hacer vino blanco o cava o vinagre, joven o de crianza).
Más allá de su aspecto funcional, la tierra ilustra esta dimensión patrimonial dando un sentido a un territorio. Pero la conservación de este patrimonio tiene un coste, que difícilmente pueden sufragar regiones vitícolas de escaso valor añadido. Es deseable, si se quiere mantener la riqueza estética de paisajes notables, que se establezca una política de ayuda que tenga en cuenta los costes excesivos de producción vinculada a las características tradicionales de la tierra (por ejemplo el cultivo de vides en terrazas). Que los viticultores no se conviertan en jardineros a sueldo, sino que puedan vivir de su trabajo.
El sector de la vid y el vino como protector del paisaje
Actualmente, se considera que la conservación del paisaje es de interés general porque permite conservar el medio ambiente (evitando incendios, erosión, abandono, etc.), las prácticas culturales de una comunidad (las fiestas, las tradiciones) y fijar los habitantes en un territorio al crearse empleo.
El turismo, que en el ámbito vitivinícola recibe un nombre propio: el enoturismo, se está convirtiendo en un revulsivo económico en algunas comarcas rurales, bien convirtiéndose en un complemento a la actividad familiar, bien tratándose de la principal actividad económica de una familia.
El sector vitivinícola es un capital que conviene conocer, preservar y valorizar, si queremos perpetuar la cultura del vino, una de las más importantes que tiene España, pues hay que recordar que es el primer país vitícola del mundo.
Algunos paisajes vitivinícolas están reconocidos como paisajes culturales Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, pues para este organismo internacional, este tipo de paisaje muestra una construcción humana singular, característica y patrimonial en un territorio, que además presenta una gran diversidad de estilos y variantes. Algunos ejemplos son la Jurisdicción de Saint-Émilion (Francia, en el año 1999), el Paisaje cultural de Wachau (Austria, en el 2000), la Región vitícola del Alto Duero (Portugal, 2001), o Lavaux, viñedo en terrazas (Suiza, en el 2007).
Gemma Molleví Bartoló, es Doctora en Geografía por la Universidad de Barcelona. Ha investigado sobre el paisaje de la vid y del vino, específicamente las regiones vitivinícolas Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO y las regiones francesas de Burdeos y Borgoña.