Fuente: Foraster Arquitectos
El nuevo centro LABe se encuentra en las dos últimas plantas del centro cultural Tabakalera de Donostia, el llamativo prisma de diseño industrial que sirve de colofón al proyecto de rehabilitación del histórico edificio firmado por el estudio compuesto por Jon y Naiara Montero. El objetivo del nuevo espacio es contribuir al rediseñar la cadena de valor gastronómica teniendo como eje principal la transición digital del sector. Se concibe como una plataforma formativa, de estudio de tendencias y del trabajo participativo en este ámbito del sector de la restauración. Su apuesta es por las competencias digitales como elemento clave del empleo de futuro. Es un proyecto en el que hemos participado junto a Construcciones Montegui, Ingenieria Boslan y el estudio Dot, y que está promovido por el Basque Culinary Center y Diputación de Gipuzkoa, que también cuenta con la participación del Ayuntamiento de Donostia-San Sebastián y el Gobierno Vasco.
El volumen donde se aloja el proyecto es rotundo e imponente, de grandes alturas y cristaleras y se encuentra ubicado en un lugar privilegiado dentro del edificio de Tabakalera: su última planta. Se vertebra a través de dos conceptos paralelos del tiempo, el cíclico y el lineal. El primero, como las estaciones, las fases de la luna o el ciclo de la vida, muerte y renacimiento, ha dado sentido a la existencia humana desde el tiempo primitivo al estar en sintonía con la naturaleza dentro del orden cósmico.
Con el avance del materialismo y la revolución tecnológica se pasó a una idea de tiempo lineal que nos sume en la incertidumbre, pues no conoces lo que te espera. Lo concebimos como una progresión entre un pasado cada vez más lejano y un futuro cada vez más incierto. El humano, ante esta situación y después de buscar dioses y mitos que no le dan resultado, vuelve a la búsqueda de los valores eternos de la naturaleza. Los grandes escultores vascos –Oteiza, Chillida y Basterretxea– exploraron estos caminos a través de sus obras.
Los motivos trapezoidales irregulares de Oteiza, figuras con cuatro lados nunca paralelos, eran inestables y sugerían a la vez permanencia y cambio. A estas figuras las llamó “Unidad Malevich” y las utilizó tanto en elementos planos como curvos a la hora de crear sus esculturas.
En nuestra concepción del proyecto hemos querido conjugar estas ideas creando un gran cilindro como elemento estable que representa el tiempo cíclico y una serie de planos con la idea “oteiziana” de las “unidades Malevich” que representan en tiempo lineal el futuro. La rotundidad del espacio de Tabakalera no ha quedado eclipsada por estos elementos puestos que se trata de formas y volúmenes que en ningún momento rompen la geometría del edificio, en el que actuamos sobre 1..320 m² repartidos entre la quinta y la sexta planta, esta última de nueva construcción (de 810 m² y 310 m², respectivamente).
Un cilindro cruza las dos plantas de arriba abajo. En la primera planta alberga el comedor para el menú degustación experimental; en la segunda es el espacio de ‘coworking’. El comedor más convencional es un espacio diáfano de doble altura (9,6-9,8 m). Del otro lado, en el piso quinto se encuentran las cocinas y en la sexto, el espacio de oficinas.