La polémica se ha suscitado porque los británicos estaban recibiendo hamburguesas elaboradas con esta carne y otras mezcladas. Se llaman hipofagia al consumo de carne de caballo y por extensión potros, asnos y mulos. El consumo de esta carne tiene miles de años aunque en tiempos modernos Napoleón autorizó su consumo en 1807 y se extendió pronto por todo Europa. En España comenzaron por Cataluña y hoy se sacrifican más de 13.000 toneladas (unos 300 g. por persona y día) anuales en regiones como Asturias, Levante, Andalucía y la propia Cataluña con bastante éxito. Excelente y sana contiene menos grasa que la de vacuno, cerdo o cordero, la relación de ácidos grasos insaturados sobre los más perjudiciales saturados es mejor que en la carne de vacuno, la calidad de las proteínas es buena como en la de vaca o cerdo, tiene poca cobertura muscular lo que hace que sea muy fácil de masticar, su contenido en hidratos de carbono es superior al de otras carnes y por ello es más dulzona, tiene un montón de vitaminas sobre todo B, y gran cantidad de hierro muy asimilable por lo que siempre se ha considerado interesante para los anémicos. Las cualidades de esta carne son excelentes y la mecanización del campo, poco a poco, hizo dejar estos animales de la ganadería extensiva. A muchos les encanta esta carne, es fácil de encontrar en las grandes capitales hamburguesas de potro, y hay países europeos como Noruega, Alemania, Austria y Francia, que la comen con verdadera devoción. En Gran Bretaña, muy cautelosos, han retirado del mercado 10 millones de hamburguesas que no responden a sus normas y gustos, sobre todo cuando las compran como vacuno o cerdo y llevan, aunque no supone riesgo alguno para la salud. La fritura de esta carne no es muy apropiada para la parrilla por su poca grasa, se reseca y pierde jugosidad, por ello es mejor para freír y en albóndigas y hamburguesas.
Autor: Dr. Jesús Llona Larrauri
Fotografía: Cocina.es