Fotografía: (blog acertijos culturales)
Autor: Alberto Requena, Vicepresidente de la Academia de Gastronomía de la Región de Murcia.
Publicado: La Verdad, edición Murcia, La Columna Gastronómica
Hay una tradicional distinción de primordial importancia para concebir la gastronomía como arte: la distinción entre bellas artes y artes útiles. Todas las artes requieren técnica, pero se clasifican en dos amplias categorías. Por un lado, hay artes que están basadas en actividades prácticas: producción, accesorios, ropas, instrumentos musicales y construcción. Por otro lado, están las actividades como la literatura, composición musical, pintura y escultura, a las que en los últimos trescientos años se les ha denominado Bellas Artes. Este calificativo se debe a que son, esencialmente, de naturaleza «no práctica», aunque no sea exclusivamente así. Adicionalmente, implican un plano de libertad del intelecto humano sobre y por encima de lo que se requiere para sobrevivir. Un requisito adicional para poder rotularlas como Bellas Artes es que esas artes pretenden relatar, comunicar y conversar con y entre la gente y, de hecho, el artista asume una audiencia cuando, por ejemplo, escribe un poema o pinta un cuadro. Además, el significado que se concede a estar artes no está asociado con las artes utilitarias. Desde luego que estas dos categorías no son necesariamente mutuamente excluyentes.
Históricamente, las Bellas Artes superaron a las artes útiles y es lógico asumir que la evolución del «homo faber» fue a caballo del «homo gastronomicus». En el proceso, la moderna gastronomía se ha movido desde el puro utilitarismo al artístico y puede reclamar que satisface plenamente los distintos criterios necesarios para considerarla, esencialmente, Bella Arte. Entre ellos y en primer lugar, su base hitórica, que está bien fundamentada sobre una base cultural que abarca el mundo entero. En segundo lugar, es una comunión entre la gente y, finalmente, logra su cénit con el juego libre del intelecto humano a un nivel que es esencialmente «no práctico».
Hay muchos episodios alimenticios que no son episodios gastronómicos, en los que no se supera ni transciende la función práctica o utilitaria de la nutrición. Aparte de estos episodios de comida puramente funcional, sin embargo, comer en un restaurante fino podría considerarse como una experiencia hedonista o sensualmente placentera y, por tanto, más allá de un consumo de rutina. Incluso, un paseo por una muestra de una exhibición de catering nacional o internacional, puede dejarnos alucinados de la magnificencia del trabajo que se exhibe, que en algún caso será patente que no se concibió para el consumo. Resumiento, el enlace entre la cultura, el alimento y el arte supone: a) Todo trabajo de arte implica técnica y manufactura y b) Ciertas artes conllevan significado. Ahora bien, para comprender el significado ligado a la gastronomía como Bella Arte, es necesario alcanzar un punto sumergido en una adecuada teoría del conocimiento. En otras palabras, el medio artístico nos debe hablar a nosotros solo porque el proceso de la creación artística implica una forma única de conocimiento humano.